El tiempo en la producción artística

El tiempo como herramienta de análisis o de acercamiento al trabajo artístico constituye después de esta experiencia, una de las más indagadoras maneras de tener contacto con una obra de arte, qué más abstracto que el tiempo pero a la vez qué puede ser más estricto y vertical que el transcurrir inexorable de los acontecimientos. Una obra de arte no se compone de una sola cronología, existen varias que descubrí en el proceso, que parten de necesidades o búsquedas imperceptibles bajo las manecillas de un reloj y que llame “del instante mínimo al instante máximo”, Son aquellos instantes de fracciones de segundo que dejan su huella perpetua en la pieza de análisis, o los instantes amorfos basados no en una medida cronométrica si no en la abstracción temporal del artista que espera madurar los ingredientes en la obtención de su producto; y al final, el instante en que todo es lo suficiente para darle el sello de finalizado a aquel trabajo que en un pretérito próximo era sólo el escollo de una idea.

      El tiempo clasifica el quehacer del artista, le da el nombre a la etapa en que se encuentra, limita el empezar y el terminar, pero también recorre el camino de la idea hacia la substancia, de la abstracción a la creación, de la ilusión a la realización. No hay tiempos cortos o tiempos largos en la elaboración de una obra de arte, existen según mi criterio, instantes flexibles, que tienen la capacidad de estirarse, flectarse e incluso entrecruzarse, porque a la postre, el mismo trabajo artístico tendrá la posibilidad de interactuar con el auditorio o espectador de una manera en la que se reproducirá en él otro instante con la misma naturaleza impredecible aunque no errática y ese momento en que se causó un impacto sean cuales fuesen los resultados, es el momento en que todo el arsenal de instantes detrás de la realidad de la obra transgredieron nuevamente la cronología y se instalaron en el ámbito de la experiencia.